Andreu Meixide: “El retorno social es un concepto que la administración pública tendría que grabar con fuego en cada euro que otorga a un proyecto”.

26/07/2018

Entrevistamos a Andreu Meixide, miembro de Panorama 180 y Codirector del BccN Barcelona Creative Commons Film Festival. Con él hablamos de este festival que se ha convertido en un espacio consolidado como referencia mundial para el cine y el audiovisual en Creative Commons.

Vuestro festival defiende el cine y la cultura libre. ¿Qué es y cómo se diferencia de otros certámenes?

Nació el 2010 en un contexto muy marcado por la ley Sinde, la criminalización de la descarga y todo lo que es digital. Las personas que estamos detrás del festival venimos de diferentes disciplinas con un peso muy importante, sea profesional o no profesionalmente, en el audiovisual y el cine. En aquel momento, queríamos poner sobre la mesa si había gente en el mundo del audiovisual que trabajaba con herramientas que facilitaban la vida de las obras dentro del espacio digital. Digo facilitar porque vivíamos en una concepción de la sociedad occidental del siglo XX con unas leyes de protección de derechos de autor muy restrictivas. El mundo físico funcionaba con acceso previo pago a una sala de cine y con unos gastos que cuando llega el mundo digital se tienen que replantear. Teníamos la sensación que no todo el mundo del sector hacía el esfuerzo necesario para replantearlo con la agilidad a la que iba la sociedad respecto a las posibilidades tecnológicas que teníamos en nuestras manos. Por lo tanto, se producían unas disfunciones que criminalizaban a la persona que tiene en casa una tecnología que le permite hacer cosas que simplemente a otras que tienen un negocio no les va bien. Pensábamos que se tenía que acelerar este debate.

Después, en nuestro festival siempre ha habido, un componente político, esperamos que continúe así y cuando no esté dejaremos de hacerlo. Entendiendo política como cotidiano y como posicionamiento de por qué queremos hacer cine, como lo queremos hacer y con quién. Pero también, un componente de reivindicación, de cuál es el sentido que tiene el dinero público que va hacia el cine o el audiovisual. ¿Cuál es la pedagogía que la sociedad tendría que hacer sobre para qué sirve? Tiene muchas más funciones más allá de la tradicional de ocio, que está muy bien que exista. Pero hay mucha gente que, profesionalmente y no profesionalmente, utiliza el cine y el audiovisual para otras muchas cosas. Hacemos nuestro festival para acoger todos estos proyectos, de diversidad de uso y vivencia del cine y el audiovisual porque no encontrábamos esto en otros festivales. Como dice el paraguas bajo el que nosotros estamos, que es el de la economía social, solidaria y cooperativa, intentamos que nuestro festival no pierda nunca la visión que las personas están en el centro. Y esto quiere decir hacer reflexiones desde el ámbito industrial, artístico y pedagógico, pero siempre poniendo a las personas primero y no sólo el dinero o la cantidad de público que a veces parece que obsesiona a nuestra sociedad.

 

¿Crees que el público en general conoce las ventajas que ofrece el modelo Creative Commons y realmente lo ve como una alternativa al modelo establecido?

En realidad, nosotros no hemos intentado hacer nunca proselitismo del Creative Commons porque al final es una herramienta. Empezamos con ella porque era la licencia alternativa al copyright más estandarizada ya legal en el estado español y otros muchos países. Y el nombre lo pusimos para decir: hacemos una reflexión desde las herramientas y las posibilidades y no desde la filosofía o el concepto. De hecho, el mundo de la cultura libre es muy previo a la aparición de Creative Commons. Potenciamos este debate desde el pragmatismo, hablando realmente sobre las posibilidades que tenemos desde el digital y cómo esto afecta al ámbito del no digital, en estos dos mundos que están en diálogo. Por eso, cuando hay gente que nos recrimina que la herramienta no funciona para todos (no tenemos ningún tipo de vinculación con la ONG Creative Commons), les respondemos que evidentemente cada cual tiene que conocer las herramientas y decidir si las quiere utilizar o no. Hace diez años era un momento de mucha curiosidad por ellas y cómo podían ayudarte, no tanto a mover mejor tu trabajo en el digital, sino a cuestionarte cómo quieres hacerlo y qué libertades quieres darle, qué vida quieres que tenga dentro del ámbito digital. Las herramientas nos ayudaban a hacer esto, pero diez años después hemos visto que falta muchísima pedagogía. No todo el mundo conoce las posibilidades y evidentemente no todo el mundo quiere utilizarlas y es totalmente lícito. No queremos forzar a nadie ni hablar de lo que es mejor o peor. Nos sabe mal que no haya un debate por el simple hecho que las cosas sean así. Siempre hemos luchado contra esto. Las cosas se han hecho de una determinada manera durante mucho tiempo y cada día tenemos que cuestionarnos quién sale ganando y perdiendo y si tenemos algo que decir. Tampoco nos obsesiona si la herramienta en sí es más o menos conocida siempre que haya una actitud. Hay mucha gente que participa en nuestro festival que no usa Creative Commons pero tiene una actitud de repensar, innovar, proponer, siempre con una cierta conciencia ética de por qué estás haciendo las cosas y como las estás haciendo.

 

¿Forma parte de esta pedagogía también haber incluido el Workshop “Autoproducción y distribución online en la era digital”?

Sí, intentamos ser siempre un festival raro y de rarezas, no porque queramos ser los outsiders o frikis sino porque deliberadamente, no queremos ser un festival de entrar en una sala a ver una película y marcharse. Al contrario, creemos que lo bonito del cine es que es una experiencia colectiva. Por eso hacemos un festival físico y no uno online, que al principio se nos decía que tenía más sentido. Creemos que es importante esta experiencia colectiva y compartida y que lo que enriquece una proyección es todo el que no es la proyección, fuera de que esta sea buena y guste. Siempre hacemos coloquios con alguien del equipo o los protagonistas, algo que hace todo el mundo, pero intentamos ir más allá. Y estos formatos tipo workshop, talleres vivenciales o hibridaciones de diferentes disciplinas, más cerca de la performance y actuación en directo que del trabajo grabado o pregrabado, es lo que nos da vida y nos abre los márgenes y horizontes a hacer un festival más cercano al festival de cultura y no exclusivamente al de cine.

 

¿Crees que estos formatos híbridos atraen más al público que una proyección estándar?

No sé si atraen más o menos. Hace 10 años éramos más ingenuos pensando que internet no tendría nunca límites y nos dimos cuenta que no es así. Siempre hay intermediarios, gente que pide su cuota para poder manejar el negocio. Internet tendría que ser una herramienta libre y neutra, pero hay constantes voluntades para que no lo sea por intereses privados. Estos aprendizajes también se traducen un poco en la relación que hemos tenido con nuestra audiencia o la gente que participa en el festival. Hace unos años empezamos a colaborar con el MACBA y el CCCB, equipamientos consolidados de la ciudad, para poder como decía Pierre Bordieu, “enclasar” algunas películas o poder ofrecer simplemente una proyección en pantalla grande y de calidad a algunas obras que no llegaban al circuito de cine, no porque no tengan calidad sino porque hay una sobreproducción infinitamente superior a la capacidad que tienen las salas y circuitos de distribución y exhibición. Ofrecer esta rendija era en principio el leitmotiv del festival. Años más tarde, nos hemos dado cuenta, y también otros festivales, que lo que más gusta o atrae es esta vivencia extraña, la experiencia ya no sólo de una película que puedes ver en cualquier cine sino del formato que tienes la sensación que es único, que está pasando aquel día y poco más. Pero también hay una saturación a escala de ciudad y de espectador muy grande. Muchísimas actividades se concentran los mismos fines de semana como grandes festivales de música, que generalmente desertizan aquellos días porque nadie quiere competir en cuanto a público, prensa o espacios de visibilidad. Limita mucho los calendarios. Nos pisamos propuestas muy similares. Por poner un ejemplo, nos rompe el corazón que los mismos días de nuestro festival se esté produciendo la Mostra de Films de Dones, que es un festival al que queremos con locura porque tenemos muy buena relación o el Fire. Nuestro camino va más hacia el decrecimiento como festival que no a aumentar o buscar más interés en las proyecciones. Es decir, intentar cuidarlas y que tengan más calidad, si hace falta haciendo menos cosas. No crecer que es la tendencia natural de todo el mundo. El festival siempre está atravesado por las vivencias personales de los que lo hacemos y ahora mismo lo vivimos así. Creo que necesitamos una pausa para poder reflexionar por qué hay tantas cosas en la ciudad y qué sentido tiene que tantos que somos iguales entre nosotros coincidamos al mismo tiempo.

 

Este año dedicáis vuestra programación a la libertad de expresión y os habéis aliado con No Callaremos, ¿por qué esta elección?

El festival se hace bajo el paraguas de la cultura libre. Barcelona es una de las ciudades del mundo donde más se produce. Cada vez hay más gente que se plantea como distribuir o exhibir su película a partir del momento que esté online. Nosotros abrimos convocatoria cuatro meses antes y recibimos entre 60 y 100 obras entre las que escogemos. Este año, como estamos sufriendo represiones en muchos ámbitos, especialmente en la libertad de expresión, consideramos que pondríamos toda la energía a dar espacio a esto y lo hicimos colaborando con el CCCB y No Callaremos en el marco del día Orwell, haciendo una proyección de un documental sobre el tema de la censura en España, no ahora, sino históricamente. Al final, a nosotros como festival, nos mueve esto: poner debates sobre la mesa e intentar apoyar que vayan a otra esfera. Este año hemos obtenido una cierta incidencia política directamente para conseguir ciertos compromisos, sentando a artistas en situación de represión con políticos. Si el festival puede ayudar a que esto pase, mejor. No nos mueve ver una película y ya está, si no todo lo que se genera a partir de esta película. Por eso tenemos muchas obras del mundo activista, de gente que hace cine con actitud de incidir en la sociedad.

 

 

También habéis hecho el debate “¿El rodar se va a acabar?, repensando el audiovisual localmente”. ¿A qué problemáticas creéis que se enfrentan las producciones locales y cómo pueden aprovechar herramientas como el Creative Commons?

El debate va mucho más allá del Creative Commons. Queríamos sentar a personas que trabajaran en el Ayuntamiento de Barcelona desde el ámbito municipal con productoras pequeñas, medias o medias grandes y que hubiera unos puntos más de conocimiento de cómo se produce, qué dificultades hay, qué posibilidades, qué ayudas, qué marco y que más se podría hacer más allá de lo que se está haciendo. Deliberadamente poníamos el foco en el ámbito municipal y no en la Generalitat o el ministerio, porque siempre ha habido una regla no escrita que dice que el ayuntamiento no produce, que lo hace la Generalitat. Todavía no hemos encontrado el documento ni ninguna tabla de piedra escrita que diga que esto es así. Especialmente, si abrimos el debate a qué quiere decir producir y qué quiere decir cine y audiovisual. Si nos quedamos sólo con un tipo de producción de industria que tiene unos canales que conocemos, y que son insuficientes, quizás era así. Pero no si lo abrimos a otros campos como la educación, la mediación social, la pedagogía, donde también hay cine y audiovisual. No sólo la producción de industria es cine y audiovisual, igual que no sólo la sala de cine es cine. Tenemos que entrar al siglo XXI y hacer más complejo el debate. El ámbito municipal tiene un papel muy importante, más allá del que hace ahora. Como festival hemos tenido siempre la voluntad de ser un puente sobre dos aguas, buscando el traspaso entre el mundo de la indústria establecida y el mundo de los que no se reconocen o encajan en estos ella, y que sinceramente creemos que es la mayoría de gente que vive y se dedica al audiovisual y el cine o que al menos usan estas herramientas. Todo esto viene de una reflexión que iniciamos hace dos años sobre qué quiere decir el retorno social en el cine y cómo podemos medirlo. Es un concepto que la administración pública tendría que grabar con fuego en cada euro que otorga a un proyecto. Reflexionamos sobre cuál es el retorno social de estos proyectos. No estamos hablando de un unicornio rosa, sino de un concepto que tendríamos que poder parametrizar y medir. Y esto a día de hoy no se está haciendo o no se está haciendo todo lo que se tendría que hacer.

 

¿Qué resultado tuvo el debate?

Planteábamos el debate desde la importancia de hacerlo a medio plazo y de forma constructiva sobre cómo poder crear nuevos escenarios de colaboración dinero público-dinero privado o del tipo que sea para producir más, mejor y más ampliamente. Pero nos quedamos con lo urgente, el ahora. La reclamación más directa, que es necesaria y se tiene que hacer, es sacar rentabilidad a lo que ya se está haciendo. El cine y el audiovisual, especialmente cuando se mira desde un prisma de apoyo público, tiene que tomarse mucho más seriamente lo que quiere decir el retorno social y la responsabilidad social que tiene. Siempre hablo de las dos caras de la moneda, una el dinero público que puede ir a una película, pero la otra tiene que ser el retorno que tiene que tener para la sociedad. Tenemos que entrar al siglo XXI, más allá de audiencias y números, de temáticas de la película justificándolas como retorno. ¿Cómo puede ser que haya obras que, aunque estén hechas con la lógica más estrictamente comercial, teniendo apoyo público, después no entren en circuitos educativos o no puedan entrar en usos no lucrativos o de reutilización sin que vayan en prejuicio exclusivamente del circuito comercial para el que han sido diseñadas? No puede ser que esto todavía pase.

Para nosotros el audiovisual y el cine son los que pueden dar esta transversalidad. Tenemos que ver mucho más allá de la disciplina artística. Accedemos a gran parte del conocimiento como sociedad a través del audiovisual. Forma parte de nuestra vida cotidiana. No encontramos sentido a meter en un cajón las películas como cine y en otro cajón todo lo que son redes sociales o audiovisual. Al final hay una cultura audiovisual que tenemos que poder reforzar mucho más desde la pedagogía y las escuelas. Tenemos que poder ejercerla en lo cotidiano y ser soberanos sobre qué tipo de cultura audiovisual queremos. El audiovisual es una de las herramientas imprescindibles que tenemos, como hablar o escuchar. Hoy en día lo tendríamos que considerar casi como un sentido del cuerpo. Y esta potencia que tiene de ser transversal y unir partes diferentes, da la sensación muchas veces que no interesa a algunos sectores, precisamente los que ya tienen una manera de funcionar. Se bloquea porque puede reequilibrar pesos de importancia, reasignar roles y esto a mucha gente no lo interesa, me imagino, porque podría perder esta cuota de poder. Pero al final, ¿quién tiene que decidir para qué sirve el audiovisual? ¿Una o dos productoras sólo? ¿Un político? ¿Quién queremos que tome decisiones? Y más si lo miramos desde el prisma de la administración pública, porque el dinero privado es privado y tiene sus criterios propios, puedes estar de acuerdo o no, pero el dinero público es de todos y esta reflexión, por tanto, tiene que ser pública y colectiva. Hoy en día que me demuestren cuál es la industria privada que se sustenta sin ningún apoyo público más allá de la subvención. Igual no recibe dinero directamente, pero hay otros tipos de apoyo. Este debate que no existe, se tiene que abrir. Es imprescindible.

 

 

 

 

¿Crees que hay proyectos educativos interesantes en la ciudad relacionados con el audiovisual?

Y tanto. En la ciudad, en otros lugares y países, y muchos más tendría que haber. Experiencias como Cine en curso, por ejemplo. Es incuestionable todo el trabajo que hacen entidades de pedagogía audiovisual. Los mismos Drac Màgic que organizan la Mostra de Films de Dones, Bao A Qu, Teleduca, fundación Quepo, Càmeres i Acció y un largo etcétera, y eso nos reafirma en el concepto de "esquiar fuera de pista" . Durante muchos años nos han dicho que se esquía de una manera determinada y en unas pistas que son de una forma determinada. Pero el drama es que la gran mayoría de la gente que quiere trabajar con el audiovisual y el cine, necesita esquiar fuera pistas, quizás no querría, pero lo hace. Porque lo que quiere es esquiar y tirarse montaña abajo. En la pista no cabe todo el mundo. Está diseñada para que esquíen los que podían hacer cine y audiovisual antes. Y, además, está pensada con unas normas y ahora la gente quiere esquiar de otras muchas maneras para otras funciones. Alguna gente para recrearse, otras quieren llegar antes...es una metáfora simple, pero muestra que si perdemos de vista que hay más fuera pista que pista, estamos haciendo un debate incompleto. Estamos dejando fuera el s. XXI. Toda esta gente son productoras, asociaciones, entidades o fundaciones que tienen el audiovisual en el centro. Nos resistimos a pensar que no se puede considerar cine o audiovisual y no los podemos considerar de tú a tú con una productora más tradicional.

 

Después de esta edición, ¿qué retos tenéis presentes para la siguiente?

Primero celebrar que hacemos 10 años. Después ya nos plantearemos si hay continuidad o no. Nos gustaría mucho que fuera una edición que tenga sentido y sea real. Evidentemente, tendremos que hacer un mínimo de retrospectiva, no tanto de celebrar qué se ha conseguido sino al contrario, de socializar y compartir el conocimiento adquirido. Mostrar dónde están ahora las expectativas de aquellos felices e inocentes 2000, y destacar las cosas que ni nos imaginábamos que pasarían, y que sí han pasado. Con una cierta, no sé si preocupación, pero sí voluntad de poner sobre la mesa el decrecimiento o el planteamiento consciente y ético como mínimo a escala ciudad, de sí es preciso y necesario que continuemos en esta deriva de cada vez más y más grande, todo el mundo. Como mínimo nosotros no lo sentimos así. Los festivales si no nos hacemos humanos, no tenemos razón de ser, si no somos como son las personas y el contexto que viven, nos transformamos en un mecanismo de mercado y nosotros no estamos interesados en eso. Querríamos poder ayudar a dar visibilidad al fuera pista, a la gente que no se siente representada o no cabe en este mercado, pero tiene la necesidad y voluntad de continuar trabajando. Querríamos ser este espacio de puente.

El debate, por lo tanto, lo tenemos que plantear con todo el mundo, sino estamos siendo injustos a la diversidad que creo que hay en la sociedad y en concreto en el cine y el audiovisual. Que haya gente que esté haciendo cine y audiovisual, aunque no dure 90 minutos, aunque no tenga presentación, nudo y desenlace ni esté pensado para verse en pantalla grande sino en un móvil, y que no se los incorpore en el debate o peor aún, que dé la sensación que hay gente que no quiere abrazar esta diversidad real por proteccionismo de un cierto circuito, me parece como mínimo denunciable. Es irresponsable que no seamos capaces de hacer ver que el debate tiene que ser mucho más amplio, tiene que abrazar a muchos más agentes y ser más real, nos lo merecemos como sociedad.

 

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