IN-EDIT FESTIVAL: “Lo que no tiene sentido es que generes una industria e incentives a la gente a que expliquen historias de la ciudad, pero después no pongas las ventanas para enseñarlo”.

23/10/2017

Cuando llega el otoño, las calles de Barcelona se llenan de cine, pero también de música. El In-Edit Festival Internacional de Cine Documental Musical cumple este año su 15º aniversario y por eso hablamos con su director, Cristian Pascual y con su director artístico, Luis Hidalgo.

Este año celebráis vuestro 15º aniversario. ¿Cómo crees que ha evolucionado el festival?

Cristian Pascual: Mucho. Creo que hemos evolucionado en todas las líneas. En nuestro ADN está intentar leer lo que pasa cada año e intentar aplicar cambios en el siguiente. La primera edición simplemente era para enseñar un tipo de contenido que nos interesaba y que no tenía mucha visibilidad. Nosotros veníamos de la música, no del cine. Como acontecimiento, intentamos hacer que ir al festival no sea como ir a una sesión de cine convencional. Cada vez tenemos más actuaciones musicales o djs preparando las sesiones. Hacemos del acto de venir al In-Edit un hecho en sí mismo. Hemos evolucionado mucho con ventanas, industria, con intentar ser líderes o como mínimo en experimentar nuevos caminos. Es el primer festival, y de hecho diría que el único en España, que tiene por ejemplo plataforma propia de vídeo en demanda con una alianza con Filmin.

Al ser un festival de documentales de música jugamos siempre un poco al margen y esto nos permite experimentar algo más. A nivel de sector e industria hemos evolucionado mucho acompañando al sector local. No se hacían documentales de música prácticamente en España, ahora hay más. In-Edit se ha convertido en un objetivo para estos documentalistas y esto a la vez está generando que el propio festival evolucione para dar cabida al talento local y talento joven, asignaturas que teníamos pendientes. Por ejemplo, en esta edición nace Km.0 para documentales de Barcelona y una sección de cortometrajes para menores de 30 años, para detectar talento joven e incentivar la industria local. Yo creo que en todos los planos en los cuales hemos trabajado siempre hemos evolucionado con lo que considerábamos que nos pedía tanto el propio festival, el público y nosotros mismos como organizadores.

 

¿Crees que este es el éxito del In-edit?, que es más que un festival. Tiene In-Edit TV, In-Edit shorts, In-Edit Films con crowfunding para hacer el documental Parchís. Normalmente las salas de cine no se llenan, pero vuestro festival sí que es un éxito de público.

CP: Yo no puedo decirte porque tenemos éxito o no, creo que se tiene que analizar desde fuera. Tenemos un posicionamiento de marca muy fuerte como In-Edit y esto supera el hecho de ser un festival de cine o en Barcelona. Nosotros nos acabamos mirando en otros proyectos de la ciudad como el Sonar, Primavera u otros que tienen una visibilidad internacional y un concepto de marca muy fuerte que al final es lo que fortalece el mensaje. Evidentemente, esto es lo que nos permite un tipo de diversificación e internacionalización que creo que ha dado un mensaje muy claro de cara al público y de confianza. Creo que hemos sido muy sólidos en programación y dirección artística estos quince años.

Hemos trabajado muy fuerte la comunicación que se ha vinculado a la marca. No nos engañamos, el hecho musical es muy atractivo. Tenemos un gancho que moviliza un perfil de público que quizás no era tanto de cine o quizás sí pero que en el In-Edit se ha volcado más. Podemos decir: no es sólo un festival de documentales sobre música sino sobre la vida a partir de la música. Y esto lo haces porque tienes vehículos como el audiovisual y la música que son muy potentes. Hemos intentado que el acontecimiento transpire de otro modo y no sea un festival de cine tradicional sino que tenga una identidad propia.

 

¿Qué criterios de selección seguís a la hora de escoger los documentales seleccionados?

Luis Hidalgo: Somos un festival de documental musical. Es decir que la música es el sustrato. Pero no nos interesa sólo la explicación cronológica de la vida de un artista, de un movimiento o una escena musical, que también pueden ser interesantes. Somos muy felices al encontrar documentales que a través de la música y cómo la viven los músicos que la hacen, nos explica el trasfondo social, político, económico del lugar donde nace esta música. Puesto que es una fotografía de las sociedades que la emiten. La música francesa habla mucho cómo es Francia, la inglesa de cómo es Inglaterra, el flamenco de cómo es Andalucía y la música catalana de cómo somos los catalanes. Es un reflejo de la sociedad. En la medida que la música o las historias vinculadas a ella nos ayudan a entender mejor el mundo que nos rodea, nos interesa. Esto no quiere decir que le digamos no a un documental convencional o clásico como el de este año sobre John Coltrane. Lo cito por citar uno, no es que sea el más destacado, pero es un buen ejemplo. En el documental de Coltrane evidentemente hay un trasfondo de cómo era la sociedad norteamericana en la época que vivió. Pero aquí nos interesaba más el tema de la acentuada espiritualidad de un músico que hizo que su música también tuviese este acento espiritual. Al final acabamos buscando historias con un poco de profundidad.

 

¿Crees que es difícil atraer a la gente a un documental que quizás tiene una historia muy interesante pero que no tiene un gran nombre detrás que atraiga?

LH: Hemos descubierto con el tiempo que no es del todo verdad. Si me preguntas si un documental que tiene el nombre de un grupo famoso funciona mejor, sí evidentemente. Si me preguntas si un documental de Stones tendrá más público que uno sobre música en Etiopía, te diré que sí. Pero creo que la gente, al menos nuestro público, está cada vez más sensibilizada ante la explicación de otras realidades que no son vecinas. Hemos descubierto que las situaciones de violencia, de guerra en el Magreb y Oriente Medio que hemos explicado en el festival, interesa mucho al público que cada vez tiene más claro que el mundo es uno y que una situación en África llama a las puertas de nuestra casa y la vivimos cada día. No es cómo cuando el mundo no tenía medios de comunicación rápidos y cualquier cosa que pasaba en China tardaba dos semanas en llegar aquí. Ahora es inmediato. Hemos percibido que hay una serie de temas que tienen que ver con cómo viven en países, por ejemplo, musulmanes que interesa cada vez más. Del mismo modo que este año hay documentales sobre la música homosexual que interesarán mucho. Parten un poco de la base que a veces pensamos que la homosexualidad se mueve con libertad, y resulta, según los protagonistas del documental, que tiene una carga moral que a veces pasa desapercibida. Se tiene que ser un buen homosexual y para serlo tienes que ir siempre muy guay, gastarte mucha pasta en la ropa y es una relación tan pautada como la relación que tienes con tu padre.

CP:  Ya desde los primeros años teníamos estudiado que, si el artista no salía al título, teníamos un problema o como mínimo teníamos que hacer un esfuerzo adicional. Con los años esto se ha corregido un poco y ha mejorado porque tenemos un público que ya nos conoce y pierde más tiempo mirando la programación. Pero al final todo tiene que ver con una velocidad de captar información que tenemos ahora mismo que es problemática. La gente dispone de 10 minutos para entrar a la web del In-Edit y mirar las películas porque tienen que hacer otras cosas. Tienes que ser muy fuerte para que la gente decida dedicar dos horas de su tiempo a mirarse toda la programación al completo, todas las sinopsis, los tráilers. Creo que lo más difícil es separar los públicos que tienes. Desde el que sólo viene a ver una película y por lo tanto el nombre es lo más importante y los que verán diez ya que confían en ti, el tema les interesa o ya han descubierto que la música es una “excusa”.

 

¿Crees que festivales como el In-Edit han ayudado a revalorizar el género? Se estrenan en los cines muy pocos documentales y menos musicales.

LH: Sí. Nosotros lo hemos notado de dos maneras. En la afluencia de público que es notoria y nos satisface mucho empezar a percibir que hay mucha gente que hace documentales para ser vistos en el In-Edit. Si In-edit no ofreciera una plataforma de exhibición desde hace 15 años, hay documentales que no se verían. Este año lo hemos notado muchísimo. Precisamente por eso hemos abierto el festival a los centros cívicos y a darle oportunidad de exhibición a piezas que igual no son piezas extraordinarias desde un punto de vista formal, pero dónde prima la necesidad de explicar una realidad.

 

¿A esto responde también la nueva sección Km.0 en los centros cívicos?

LH: Exactamente. Documentales que igual fuera de nuestra realidad no tendrían interés. Sean Levitt, un guitarrista de jazz en Barcelona durante los años 90, es una figura que fuera de Barcelona no es conocida, nadie sabe quién fue. ¿Quiere decir esto que no interesa el documental? No, es un documental que puede interesar a nuestra realidad más inmediata. Por eso lo tenemos que incluir en nuestra programación. Del mismo modo que el In-Edit Chile programa documentales que aquí no tendrían ningún tipo de eco, puesto que hablan de realidades que son muy ajenas. Nosotros no podemos olvidar nunca que somos de esta ciudad y vivimos aquí. Y queremos reflejar la personalidad de esta ciudad. Por mucho que ponemos un documental sobre Tom Jones, Oasis o Stones, si resulta que no estamos mirando lo que nos rodea estamos haciendo el imbécil.

 

Esta nueva sección Km.0 y el Ciclo In-Edit en los centros cívicos dentro del Barcelona Districte Cultural. ¿Es vuestra forma de acercaros más a la ciudad? ¿Al público que no es per se público In-Edit?

LH: Efectivamente, estamos muy satisfechos del público que tenemos. Y aspiramos a tener público, no sólo público In-Edit. Cuando ponemos un documental sobre John Cage o Rostropóvich que interesan a un público más adulto, voy a las salas y veo gente de 60 años, que no son ni modernos ni nada. Personas normales. ¿Veteranos? ¿Viejos? Dilo cómo quieras. Forman parte de nuestro público. Sí que es cierto que efectivamente existe un público In-Edit pero aspiramos, tal y cómo estamos consiguiendo con determinadas programaciones, a que sea más amplio. También queremos descentralizar el festival, que no tenga lugar sólo en el centro de Barcelona. Y que además se puedan ver documentales en lugares donde ya tienen una tradición de consumo cultural. Los centros cívicos hacen programación cultural muy interesante. Tenemos que ir donde va la gente para estimular su interés y curiosidad y que algún día vengan al festival o no. Igual ni vienen, pero continuaremos yendo hacia ellos.

CP: Es una manera de devolverle a la ciudad todo  que nos ha dado. Al final tenemos que ser útiles. Lo que no tiene sentido es que generes una industria e incentives a la gente a que expliquen historias de la ciudad, cuando muchas veces por recursos está complicadísimo hacer porque no hay, pero después no pongas las ventanas para enseñarlo. Acciones tipo Km.0 tienen mucho que ver con esto. A parte de que el In-Edit sea un festival que puedes mover en Madrid, Brasil o Chile, tiene que haber una parte esencial en Barcelona que tiene que ser útil. Por lo tanto, si nosotros podemos ayudar a explicar musical y visualmente el ecosistema musical de la ciudad o historias más pequeñas que son más locales o con menos recursos, que no las puedes poner a competir o comparar con una producción internacional, pero igualmente se merecen tener una visibilidad en la ciudad porque tienen un sentido aquí, lo hacemos. Al final, por mucho que creamos que es un festival inclusivo no deja de ser un reto que otros públicos de otros barrios que nunca en la vida se hubieran planteado venir al In-Edit lo hagan. Si esto sirve no sólo para que la gente te conozca sino para que más gente vea este tipo de contenidos que dejaba pasar, tiene sentido.

 

¿Cuál crees que es la relación del festival con Barcelona? ¿Qué aporta en la ciudad?

LH: Un espacio de explicación, una ágora o foro. Yo creo que lo más interesante que ofrece In-Edit en la ciudad es esto. Un lugar donde la ciudad se puede explicar. Documentales como el del Nitsa o el de Fernando Gallego Nando Diskontrol de este año, son un buen ejemplo. Hay documentales que explican quién somos y si no hubiera el In-Edit probablemente no existirían. De hecho, estos dos me consta que se han hecho por nosotros. En segundo lugar, la posibilidad de atender la curiosidad de las personas que no sólo regalan música cuando llega navidad o reyes, si no que tienen una relación mucho más intensa con ella. Personas que leen sobre música, que la consumen y que quieren saber más sobre sus artistas favoritos o de los que sienten curiosidad. Ofrecer un escaparate para explicarse y para mirar. Creo que son dos de las cosas importantes que ofrece el festival a la ciudad.

 

¿In-Edit Shorts nace también para apoyar el talento que está surgiendo gracias a la pantalla que ofrecéis?

LH: Sí, porque hay piezas que por su metraje no entran en salas. Tampoco podemos cobrar una entrada normal por un corto. Como también estamos notando que la creatividad va cada vez a más, es un formato que no podemos obviar.

CP: Uno de los objetivos del In-Edit era potenciar la industria local. En un panorama en el que es tan complicado producir audiovisual y documentales de música en concreto, cuesta mucho que alguien de 25 o 30 años haga un documental musical de hora y cuarto para presentar en el In-Edit. Esto es evidente. Pero al mismo tiempo hay mucha gente con talento en universidades, escuelas de cine, o por motu propio. El formato corto que teníamos un poco olvidado y pendiente nos pareció una buena manera de vincularlo a la juventud para potenciar y destacar el talento joven, porque está aquí y son los documentalistas musicales de los próximos años. Nuestra visión también es dar el máximo de visibilidad posible y dar las ventanas y herramientas que tengamos a nuestro alcance para ayudarlos.

 

El In-edit es un ejemplo de internacionalización y es uno de los pocos festivales que han hecho el salto al exterior. ¿Cómo os habéis planteado este salto? ¿Y que recomendáis a otros festivales?

CP: Nos lo hemos planteado como una acción casi más de relaciones públicas que de negocio porque nos hacía diferentes de la mayoría y porque reforzaba lo que estábamos haciendo como marca. Nos hemos planteado ir “relajados” en cómo internacionalizamos para no burocratizar en exceso el hecho de montar un festival fuera. Puesto que se necesitan muchos recursos para hacerlo bien. También entendemos que estamos trabajando con cultura que es más complicado de gestionar. Vamos continuamente aprendiendo y evolucionando con nuestros socios locales para valorar cuál es la manera de hacerlo: Estar más cerca de una franquicia o una colaboración, si hay más contenido local o una parte muy fuerte internacional. Nos lo hemos tomado más como un campo de pruebas. Al final son unas semillas que están repartidas por el mundo, algunas han germinado muy bien y otras les ha costado más, pero que en cualquier caso forman parte de nuestra idiosincrasia y de nuestros valores de marca y de crecer. Si tuviéramos los recursos, podríamos estar en otro tipo de escala. Lo dejamos para los próximos años.

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