Marta, una joven saltadora de trampolín Olímpica, huérfana de madre, acaba de perder también a su padre; y sufre un espeluznante accidente en una piscina. El trauma psicológico, la larga rehabilitación: dolor, ira, soledad, son exacerbados por el racionalismo frío de la hermana mayor, Muriel, científica neuropsicóloga, muy ocupada con sus experimentos sobre las neuronas “espejo”, para comprender y aliviar el sufrimiento de Marta. Sólo el regreso de un encuentro femenino un tanto fugaz, pero capaz de marcar su destino, parece hacerle compañía. Como inconscientemente guiada por las huellas de ese regreso, Marta se traslada de la gran metrópolis a un remoto pueblo de artistas. Aquí cruzará sus pasos con Haru, una chica japonesa durante mucho tiempo “Musa” y amante de Sebastián, un pintor de vanguardia, que llegó a trabajar sobre su cuerpo hasta el extremo. Dos huérfanas, dos fugitivas que compartirán una amistad cada vez más profunda, destinada a convertirse primero en una ardiente pasión física, y después paulatinamente en un proceso de identificación entrecruzada. En  el trasfondo se perfila la inquietante figura de Sebastián, amante y creador pigmaliónico del cuerpo y alma de Haru.