En una nave industrial abandonada sólo una presencia permanece viva: un vigilante de seguridad al que le han dicho que haga su trabajo y poco más. Su existencia consiste en observar la realidad de la nave desde una soledad e intimidad imperturbables. Su naturaleza quieta y contemplativa lo sitúa en el linde de lo humano. En esta nave ha ido a parar una película, una cámara, la mirada del espectador. El vigilante y la cámara se encuentran, el vigilante con la posibilidad de hacer arte, mito de su vida, y la cámara con un protagonista, algo que filmar. Empieza, pues, una relación simbiótica en la que el uno descubre las posibilidades del otro. Inevitablemente esta situación tiende a convertirse en una película, una ficción si se quiere, donde el vigilante, protagonista absoluto, se verá asfixiado por su propia historia.
Rodada en: Barcelona, Terrassa, Malanyeu, Berga, Borgonyà, Voltregà.