Max tenía 13 años cuando sus padres le dieron una videocámara en 1993. A partir de ese momento, su cámara nunca lo abandona y se convierte en el testigo de sus aventuras adolescentes, las de sus amigos y, finalmente, la de toda una generación. De sus primeros flirteos y tardes juntos, hasta el Mundial de 1998, el bachillerato y el permiso de conducir, Max y sus amigos caminan, cada uno a su manera, hasta la edad adulta.