A los 50 años, Ramón se queda sin trabajo. Fran le propone un negocio: la empresa para la cual trabaja busca una persona de confianza que monte una granja de pollos. Pasado un tiempo, Ramón descubre ''irregularidades'' en las técnicas de cría: se crean pollos sin plumas, cabeza ni patas. Ramón denuncia la situación y se abre una investigación: todos acaban salpicados, pero los de la multinacional han de pagar una precio irrisorio por lo que han hecho.